En el 2010 tuve la grandiosa oportunidad de conocer por primera vez lo que significa trabajar desde casa y/o de manera remota. Todo se dió por un cambio organizacional a nivel internacional en la compañía en la que estaba y entonces, de tener una jefa directa en la misma oficina en México, pasé a tener un jefe en Canadá.
Recuerdo que en una de las primeras llamadas que tuve con Ian, mi nuevo jefe, me comentó algo así: - Ernesto, no sé si tú lo sabes, pero acá en Canadá tratamos de tener una cultura en el trabajo que nos permita tener un mejor balance entre nuestra vida personal y nuestra vida laboral, así que de ahora en adelante quiero que eso sea extensivo a ti y por lo tanto pronto comenzarás a trabajar desde casa. -
¡Es de las cosas más bonitas que alguien me había dicho por teléfono! Y es que seamos honestos, palabras así enamoran, lo hacen a uno amar su trabajo. Para mi esto significaba que podría hacer lo que quería, o tal vez necesitaba, en mi vida personal, sin descuidar mi vida laboral y viceversa.
¿Y por qué primero lo personal por sobre lo laboral? Por que si estoy bien en lo personal, puedo estarlo en lo laboral. Es algo que va de la mano.
En el 2012 salí de esta empresa, donde por 2 de los 7 años que estuve ahí, conocí las virtudes y una que otra complicación de trabajar desde casa. Salí con la firme convicción de evitar en todo lo posible regresar a trabajar a una oficina en la que tuviera que ir de 4 a 8 horas, 5 o más días de la semana a hacer algo que estuviera alejado de lo que realmente me apasiona y que, además tendría que cumplir un código de vestimenta.
Así que después de un viaje familiar a Alemania y tras, irresponsablemente, gastarme parte del dinero que me dieron al salir de la empresa, me vi en una realidad de la cual había estado desconectado por estar viviendo dentro de la burbuja de estabilidad que me dió tener seguro social, seguro de gastos médicos mayores y menores, vales de despensa y de comida, quincena asegurada, bonos, utilidades, aguinaldo, vacaciones pagadas, días extras de descanso adicionales a los oficiales, etcétera.
De repente ya no tenía nada, todo eso ya no estaba y, además, no quería regresar a un empleo de oficina.
Afortunadamente, la vida me ha rodeado de amigos y lo que hice fue acercarme a unos que conformaron una cooperativa con un servicio de mensajería en bicicleta y comencé a trabajar de inmediato con ellos como bicimensajero, haciendo justo algo que me apasiona, andar en bici. A la par, comencé a trabajar en otras cosas relacionadas a la bicicleta, como cursos, talleres, pláticas, campañas y demás en una asociación civil de la que formo parte desde hace 10 años.
En 2015, mientras asistía a un temazcal, acompañado de un cicloviajero argentino, decidí que ya era suficiente de ver viajeros en bicicleta pasar y que ahora era tiempo de que yo viajara. Y que también ya era tiempo de tener estabilidad económica para poder estar más tranquilo y poder seguir haciendo todo lo que deseara.
Para finales del mismo año, recibí una llamada de Miguel, mi actual jefe. Me llamaba porque la hermana de mi esposa me había recomendado y quería platicar conmigo respecto a una posibilidad de trabajar juntos.
Me citó en una cafetería, yo traía activada la alerta de oficina, de código de vestimenta y de hacer algo alejado de lo que me apasiona. Comenzamos a platicar de lo que hacíamos y nos gustaba hacer, a qué se dedicaban en su empresa y de qué trataba el trabajo que me ofrecía.
Cuando me empezó a hablar de la “felicidad empresarial” o también conocida como “felicidad en el trabajo”, honestamente, lo primero que pensé fue en algo así como en el club de los optimistas y hasta se me hizo cursi, pero conforme me fue explicando más a detalle en qué consistía, me fue haciendo sentido, más aún porque en realidad era algo que de alguna manera ya conocía y lo había vivido.
Al final, Miguel me dijo que asistiera a uno de los talleres que él y Paulina, su esposa, socia y mi jefa actual también, imparten para conocer a fondo lo que hacían y si me interesaba realmente participar con ellos.
En febrero de 2016 asistí por primera vez a un taller de Neuva, el taller “Happy Customer, Cliente Feliz”. Viví de cerca lo que implicaba apoyar a personas que tienen sus propios negocios o que son directivos en empresas a identificar quiénes son sus verdaderos clientes, a usar herramientas y diseñar estrategias para generar felicidad tanto en empleados como en clientes para lograr que sus negocios sean más prósperos.
Entonces me di cuenta que a través de esta oportunidad de trabajo podría generar un impacto positivo en mi persona, en mi familia y en la comunidad, así que acepté sumarme a lo que en aquel momento fue el reto de multiplicar la felicidad. Reto que ahora se ha ampliado para ayudar a los negocios a crecer, procurando trabajar el lado humano, o mejor dicho, a “humanizar el crecimiento exponencial de las empresas”.
Esta es mi historia de los últimos 8 años. Me encantaría saber si tu historia es similar a la mía o si has evaluado dar el “salto” que yo di.
Próximamente te estaré platicando más acerca del cómo vivo la felicidad empresarial y te daré algunas recomendaciones respecto al trabajo desde casa y el balance entre tu vida personal y la laboral.
Compárteme tu historia, escríbeme a ernesto@neuva.biz
(Dedicated to Ian Cooper)"